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Espasa, Madrid, 2007
Colección Espasa Autor, 416pp
ISBN: 978-84-670-2493-7

 

Sinopsis

Tras la muerte de su tía abuela, la joven Mónica hereda el viejo caserón familiar y decide instalarse en él, en compañía de su compañero Javier y, en su futuro próximo, de la niña de la que está embarazada. Desde que comienzan las obras de remodelación de la casa se suceden en ella los fenómenos inexplicables: un olor nauseabundo que invade la sala principal, repentinas bajadas de temperatura, un gran ficus del jardín que se resiste a ser arrancado... hasta que, de forma sorprendente, aparece un busto de mármol que representa a Venus, la diosa romana del amor, y que guarda relación con el oscuro secreto que esconde el lugar. Para Mónica se inicia así una dramática aventura que le llevará a entrar en contacto con un universo paralelo, el que separa la existencia de los vivos de la de los muertos, y que le trasladará a través del tiempo a una vida anterior, en los albores de nuestra era, en que se produjo un crimen execrable.

Han dicho de él...

La historia, al fin, se impone por su astucia, perspicacia y solvencia narrativa. Alguna vez, leyendo una novela llamada La tabla de flandes, fruncí la nariz ante esa superficialidad de los personajes arriba señalada. Por suerte seguí adelante, y seguí adelante con todas las siguientes novelas de Arturo Pérez-Reverte.
Y no creo que la comparación sea forzada. Care Santos es una escritora prolífica que con este libro se acerca a la línea de Julia Navarro o Matilde Asensi; también al modo de entender la narración de suspense de Carmen Posadas. Estos libros suelen llamarse “de entretenimiento”. También suele decirse que la “crítica seria” (creo que la misma Care Santos lo ha dicho) no se ocupa de estas historias que atrapan antiguos temas históricos, artísticos o religiosos, que ahondan y juegan con ellos y los convierten en un acabado artefacto narrativo.
En nombre de mi falta de seriedad, acabo esta reseña con un gran elogio a la tragedia milenaria en la que de repente quedamos sujetos, y allí nos quedamos, olvidados ahora de la casa, empecinados en que se produzca algo que puede resumirse así: hasta un cuerpo muerto puede ser salvado, si es que se le devuelve su fisonomía en forma de obra de arte.

L.N., suplemento Culturas, diario La Vanguardia

Destacan en La muerte de Venus tanto la reconstrucción de las formas de vida romana —el magnífico banquete ofrecido al emperador Octavio—, como el respeto y la fidelidad con que Care Santos pulsa las teclas del género espectral. La autora trabaja con un convencimiento sin el que resultaría imposible crear relatos fantasmagóricos para un lector al que, a solas, después de haber leído con gusto, se le ponen los pelillos de punta: es el convencimiento de James, de Wharton, de Sheridan Le Fanu... Sin embargo, tal vez, el aspecto más sobresaliente de esta novela se manifiesta en una prosa cargada de olores, sabores y sugerencias táctiles: el gusto de los manjares romanos, la suntuosidad y la opulencia de las carnes rellenas de pájaros vivos frente a la fresca sencillez de unos higos verdes, la delectación con que se describen los vinos y los alimentos —no sólo del pasado, también del presente—, el detallismo doméstico de un trapo de cocina, un poco sucio, prendido de un gancho... y, sobre todo, esa escena en la que Román, el tercero en discordia, acaricia de arriba abajo la curva del vientre de Mónica, embarazada, quien, entornando los ojos, casi maúlla como una gata. Lo único que no le perdono a Care Santos es que Mónica, conservadoramente, permanezca junto al escéptico Javier —y en esta novela el escepticismo es una forma de cobardía— y no disfrute por siempre de la sensualidad de Román, un cómplice de profanaciones, sustituciones y enterramientos, que por lo que parece tiene además muy buena mano... ¿O es que acaso este final debería recordarnos a la partida de tute con que acaba Viridiana? Si es así, sería perfecto.

Marta Sanz, La Tormenta en un Vaso

La autora catalana ha replantada en el papel lo que tanto éxito tiene en las pantallas, pues durante la lectura de su subyugante novela uno no puede evitar visualizar cada escena como si se tratase de una de esas películas que Jaume Balagueró o Paco Plaza han dirigido para el proyecto Películas para no dormir, del mítico Narciso Ibáñez Serrador, que tanto ha hecho por el género fantástico en nuestro país- Pero por si eso fuera poco, en el colmo de la temeridad, Santos se ha acogido al subgénero de los fantasmas, cuyos cimientos establecieron Henry James y Sheridan Le Fanu, una temática exclusivamente anglosajona que, como no podría ser de otro moda, ha sido poco abordada en España.
Tras lo dicho, no cabe duda de que si algo puede ayudar a que esta situación cambie serán productos tan bien acabados como éste.

Félix J. Palma, revista Mercurio

Ana María Matute, Ángel Basanta, Antonio Soler, Ramón Pernas y Pilar Cortés, componentes del jurado del premio Primavera 2007, convocado por Espasa Calpe y Ámbito Cultural, lo tuvieron claro: la novela de Care Santos que hoy nos ocupa tenía que recibir un galardón en el certamen. Y acertaron.
Y acertaron no sólo porque La muerte de Venus sea una espléndida obra (que lo es) sino porque la prisa de Care esrá, en este libro suyo y en los restantes, recubierta por una suerte de barniz mágico, por una condición magnética tal que, una vez que los lectores rozan con sus ojos las primeras páginas, los captura y los lleva de la mano hasta el final, sin permitirles tregua, abandono, ni desvío. (...)
Care Santos nos ofrece en las páginas de La muerte de Venus, al menos tres novelas diferentes: la primera, una narración de fantasmas; la segunda, una novela histórica; y la tercera (tal vez más camuflada, pero no menos habilidosa y rotunda) una novela psicológica, donde se nos aproxima a los miedos del ser humano y donde se investiga con seriedad y con rigor la piel y la carne de nuestros pánicos. Si usted, lector, ya conoce alguna obra de Care Santos y ha gozado con su habilidad literaria, le daré un consejo: no tarde en devorar ésta. Y si pertenece al grupo de quienes todavía no han experimentado ese placer permítame un consejo mucho más categórico: cámbiese de bando cuanto antes. Se está usted perdiendo a una de las mejores escritoras de España.

Rubén Castillo Gallego, Tribuna del Noroeste (Murcia)

Con una treintena de títulos narrativos a cuestas y un montón de reconocimientos al que viene a sumar el de Finalista del Premio Primavera de Espasa, a Care Santos hay que reconocerle una presencia cada vez más destacada en la actual narrativa. Como hay que destacar su incesante búsqueda de motivos para perderse en el subsuelo de todo lo que se le ofrezca como potencial creativo. Desde sus comienzos, su personalidad ofreció una prosa cuidada, intimista, densa y sugerente por la cantidad de matices con los que ataviaba un relato. Después, como la contumaz narradora que es, probó el difícil terreno de la aventura esencial a la novela que recupera la trama argumental, la ambientación realista, la intriga manejada desde diferentes modos de referir un suceso, lo que le ha valido ganarse a lectores de muy distinta condición y crecer como creadora de ficciones fabricadas al calor de un estilo siempre literario.

Pilar Castro. El Cultural, diario El Mundo

Care Santos ha conseguido, en esta novela de intriga dosificada y poliédrica, armar una estructura narrativa de tres tiempos y tres historias. La de la joven protagonista que, tras el hallazgo del fantasma airado de una romana asesinada, reordenará su pasado familiar y sus preferencias, la de su compañero sentimental inmerso en la problemática presente de una separación conyugal y la propia historia de un escultor en la Roma de Julio César que es contada en tiempo real. Estos son los vasos comunicantes de una ágil y entretenida trama, en torno a la venganza y al descanso de las almas, que juega con la parodia, el escepticismo y la sugestión que conlleva todo hallazgo arqueológico, para envolver al lector en una ascendente intriga que alcanza su mayor acierto en los capítulos finales que culminan con un sorprendente desenlace.

Otro logro de la autora es el de equilibrar y encajar en la historia la huella de Virgilio y la impronta de M. R. James, de Wilde y Lovecraft (al poner en relieve el elemento fantástico vinculado a los estados de ánimo y a la conjunciones imprevistas entre los sucesos y las personas) con la realidad de la cotidianidad que refleja los celos, el donjuanismo, la burocracia administrativa o la picaresca. El resultado es una interesante novela que resalta la importancia de la arqueología para conocer la Historia.

Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga, 28 de abril de 2007

Con el añadido de que Care Santos consigue (algo difícil en una narración) no sofocarnos bajo una balumba de datos, no hacer alarde de lo mucho que ha estudiado sobre el tema y cuánto se ha documentado; antes bien, nos ofrece la información necesaria pero nunca tanta que llegue a estorbar el ritmo de la lectura y, sobre todo, el fin del entretenimiento, objetivo último y completamente legítimo de esta novela. Por lo demás, insistir en lo cuidado del estilo y en la falta de errores gramaticales, algo que debería darse por supuesto en un escritor pero que hoy es rara avis en el panorama literario. Señalar que los personajes, incluso la presencia fantasmagórica, presentan una coherencia interna y una lógica literaria, aunque en algunos casos rocen peligrosamente lo caricaturesco, como el conquistador impenitente (de mujeres, claro está).
(...) Me ha quedado por tratar el tercer factor fundamental de la carrera de un escritor: el prestigio. No tengo espacio y me limitaré a decir que Care Santos lleva, desde luego, todo el camino de conseguirlo. Por lo pronto, ha conseguido pasar el duro portazgo del acceso al gran público con una obra digna, incluso de bastante nivel, lo cual no es fácil viendo lo sucedido con escritores anteriores.

Miguel Baquero. Literaturas.com